sábado, 30 de mayo de 2009

Mi maldita educación

Yo fui víctima del monstruo de la educación privada. Durante toda la primaria y secundaria tuve la desgracia de asistir a estos centros de poder, y sólo durante las últimas etapas de mi tránsito por el mismo experimenté los pequeños placeres del vandalismo y la rebeldía contra la autoridad. Así y todo, tuve una personalidad cambiante, mutada por la puja constante entre lo que anhelaba ser y lo que me era obligado a ser. Por suerte, cumplí con la responsabilidad ética de ser amonestado por la institución. Ahora, haciendo una mirada instrospectiva, y enfocada hacia el pasado, veo claramente las nefastas consecuencias que casi siempre logran producir en los estudiantes y qué mecanismos utilizan para crearlas.
El uso de uniforme, la obligatoriedad de otras pautas estéticas (como el pelo corto, camisa dentro del pantalón, etc), la enseñanza religiosa, fueron impuestos de una forma que inhibe toda capacidad individual de decisión, aggiornándonos a un grupo por la mera imposición de valores indiscutiblemente correctos. Normas que prohíben cosas sin sentido, o que obligan a cumplir órdenes también carentes de sentido, todas destinadas a legitimar un orden ya establecido, que se anticipa cobardemente al rechazo inminente que sentiría un joven al ver tal aberrancia. Por eso, inhiben, controlan y reprimen constantemente capacidad de reclamar libertad que se mantiene viva en la juventud.
Jamás hay que ser adulto. Un adulto es el principal asesino del joven, un padre es el principal asesino de su hijo. Una escuela es un instrumento genocida. Un joven asesinado se convierte en un adulto, que seguirá matando jóvenes que serán adultos y así una y otra vez. Hay que mantenerse joven, rechazar las puñaladas de los adultos y mantenerse inmune al virus de la madurez. No importa cuántas veces nos embistan, la juventud seguirá siendo un pasaje inevitable en la vida; lo que hay que lograr es estirarlo hasta la muerte física.

2 comentarios:

Juan Carlos López dijo...

¿En qué clase de centro dices que estudiaste?

Es cierto que la educación tiene a veces algo de castración. Mas, también, se puede tener la suerte o la desgracia de dar con unos maestros que no se conformen con transmitir determinados conocimientos ni conciban la socialización como coerción. Algo parecido sucede con los padres.

solsiyonka dijo...

Asistí a un colegio católico, típico ejemplo de institución funcional al sistema. Obviamente, hay de esos tipos de maestros y/o padres como los que mencionas. Pero, bueno, podemos decir que ellos son jóvenes, no adultos, en relación a lo que redacté.

La analogía entre juventud y adultez tiene que ver con un sentido psicológico si se quiere, que hace referencia a aquella capacidad de negarse a aceptar lo establecido, o la imposibilidad de hacerlo.