miércoles, 22 de abril de 2009

Obligado a vivir con la frente mojada

Derramar agua en nuestras cabezas es un acto de iniciación en el mundo. Implica muchas cosas, pero sólo se limitan a decirnos que nos purifica, que es algo bueno, que nos acerca una posterior salvación. Lo hacen cuando somos pequeños, de manera que no haya posibilidad ninguna de que podamos escapar, no sabemos caminar ni hablar; así que por más que lloremos, nos seguirán mirando con cara de contentos.
Cuando el señor de la sotana moja nuestras frentes, nos da una señal de lo que él y otros más continuarán haciéndonos durante nuestras vidas.
Estás purificado, dicen; pero es una absoluta mentira. ¿Quién puede ser tan criminal para culpar a un bebé de algo que jamás cometió? Lo cierto es que estábamos totalmente puros, y esta agua nos civilizó, nos ensució, nos unió a su mundo lleno de mentiras, represiones, engaños, miedos, cobardía. Y ante la mirada y complicidad de nuestros propios padres y demás familiares. ¡Que gran trauma! ¡Que fuerte dolor!
Todos cómplices, estamos obligados a confiar en todos ellos durante el resto de nuestras vidas o ser juzgados y ajusticiados. El verdugo que con sus manos mutila un inocente cuerpo indefenso, el padre mira orgulloso, a la madre se le pianta un lagrimón; y ¡ninguno detiene este fusilamiento! Nadie es capaz de gritar ¡Basta! ¡No maten a ese niño por favor!
El agua en nuestras frentes simboliza mucho más de lo que nos dicen. Nos limpia del pecado de sus ficcionarios Adán y Eva, nos salva de probar la manzana de la libertad, y nos condena a probar el marchito fruto de la obediencia y la sumisión. Nos condena a votar a los presidentes que nos arruinarán la vida, a escuchar a los sacerdotes que nos venderán eternidad, a acatar las órdenes del jefe que se caga en nosotros y nos da de comer, a casarnos y traer otra oveja más al rebaño.
El agua en nuestra frente es la primera señal de cómo nos obligarán a vivir de ahí en más, es el primer lavado de cerebros de nuestra vida. Es nuestra iniciación en nuestro interminable rito de engaños y promesas falsas. Es nuestra negación a la libertad y el comienzo para nuestra gradual pérdida de la dignidad. Y nuestros padres están de acuerdo en que así sea, también nuestros seres queridos, y todos aquellos que nos cuidarán, criarán y educarán durante el resto de nuestras vidas. ¿Que esperanza nos queda?

3 comentarios:

Juan Carlos López dijo...

Caray, qué nihilismo y cuánta amargura.

A secarse la frente y raspársela, si hace falta. Y es, sí, difícil.

solsiyonka dijo...

Gracias, creo que es lo que deberíamos sentir ante tales injusticias, ¿no?.

jaja, no sólo rasparse la frente, también es útil un buen paraguas, para no mojarnosla de nuevo.

Matías dijo...

Yo lo veo terrible también ese acto. Lo peor es que el otro dia hablando con unos amigos (que no son para nada practicantes de la religión) dicen que van a bautizar a sus hijos, porque si, porque dice que no les hace nada, pero no porque crean en todas esas patrañas! Me inginó. Yo creo como vos que ya te marca de por vida, es una elección que yo no hubiese tomado hoy, si mis viejo no hubiesen decisido por mí en ese entonces..
Abrazo