lunes, 2 de marzo de 2009

Egresar de la vida

Como sabrán todos, no hay mejor experiencia para una persona joven que la búsqueda del éxodo de la vida familiar hacia una vida más propia, a su manera. Sin embargo, hay varios fenómenos sociales que apuntan hacia lo contrario y tratan de desorientar a generaciones como si se tratase de un plan perverso de película de ciencia ficción. Dije que son varios, pero vamos a detenernos en uno en especial; de los más significativos, una de las experiencias más traumáticas que puede tener un pendejo con personalidad y una de las formas más gozosas de perderla para los idiotas.
Estoy hablando del horrendísimo viaje de egresados, el súper esperado momento de la vida del estudiante, de la mejor semana de tu muertísima vida, del elixir del placer y libertad.
Aunque contradictorios, son sinónimos.
El gran creador de esta falaz semana hermosa es sin duda alguna el negocio de viajes de egresados que han decidido montar las empresas en los últimos años. Antes estaba todo bien, los pibes juntaban la plata, se iban por su cuenta, convivían juntos por un tiempo y la pasaban bárbaro. Tenían la verdadera experiencia de vivir algo por su cuenta, hacer lo que quieren cuando quieren y olvidarse de toda la montaña de mierda que los esperaba en su lecho natal.
Esto lamentablemente ha cambiado, ahora los jóvenes nos vemos obligados a firmar un contrato que estipula claramente cómo van a manejar nuestras vidas y lo que debemos hacer nosotros para permitirles cumplir con su parte como dios manda. Encima de todo hay que tolerar la patética situación de conflicto entre padres y entre compañeros para ver cuál es la empresa que nos lavará las cabezas previo robo a farsa montada.
Una vez discutidos estos temas ultratrascendetales, los pendejos bien peleados suben al micro y se encuentran por primera vez cara a cara con el personaje que destruirá su semana feliz. Se trata dell imbécil que da la cara por esos soretes que, no conformándose con enriquecerse a tus expensas, tratarán de que sufras hasta para rascarte el ombligo: El coordinador. En forma de aclaración aparte; creo que en mi puta vida conocí cara a cara a alguien tan despreciable. Hay gente que dice que todos los abogados son mentirosos, que todos los vendedores de autos te garcan, que todos los colectiveros te tiran el bondi encima. Pero puedo asegurar que la peor persona que se puede conocer es un coordinador. Son todos iguales, cada uno tiene su fórmula, pero son mentirosos descarados. Lo peor es que así y todo son boludos, pero la mayoría de los pendejos terminan conmovidos a la hora de despedirse de ellos. ¿Cómo puede ser que se despidan tan efusivamente? ¿Cómo puede ser que a alguno se le piante un lagrimón y le diga que lo quiere mucho? Que descarados, que caretas. Pero es que para eso nos entrenan estos seres, para afrontar la vida con esa mentira constante. Para dar la mano a uno y que se nos cuelgue del codo, y nosotros con la otra mano tomamos el codo del primero que encontramos.
Con respecto a los acontecimientos vividos en el viaje.. que se puede decir.. vamos a vivir una semana distinta, pero ya programada meses antes del viaje y con una grilla que nos indicará los horarios y días que corresponden a las impredecibles experiencias que nos depara el inevitable futuro. Días de excursiones y alguna otra cosa aprovechables para desobedecer en todo lo que se pueda a nuestros dictadores temporales y alocadas noches de boliche repletas de música de mierda y alcohol supercaro, que se estirarán como un chicle. A esto se le suma la intervención de nuestros verdugos, quienes nos obligarán a imitar coreografías estúpidas acompañadas de cantos que repiten el nombre de la empresa en cada verso. Ya en este punto nuestra dignidad perfila para el tacho de basura.
Los últimos días son sin duda alguna los peores; y como era de esperar estaremos mucho más cerca que nunca de nuestros incompetentes coordinadores, acompañados de algún orador que tenga la labia suficiente para conmovernos con historias más pelotudas que las predicciones del horóscopo. Después de esto ya no hay retorno atrás, si un termómetro midiese el nivel de falsedad estallaría y sus pedazos volarían kilómetros a la redonda, arriesgo a que podrían atravesar continentes. Bueno, el espectáculo es de lo peor, tenemos nuestra última noche de felicidad fingida y se viene el toque final, la frutilla del postre. Una vez montada la escena, (palabras de oradores y coordinadores dirigidas hacia nosotros desde lo más profundo de su corazón marchito) estamos listos para fingir un enamoramiento espontáneo para con cualquier gil/a que nos rodee.
Su plan ha dado éxito, nos han madurado para afrontar la vida que nos espera. Nos han matado de antemano para no sentir el dolor de la agonía que nos va esperar en la oficina, en la puerta de la iglesia, en la sonrisa fingida que le hacemos a nuestro jefe deseándole clavar un puñal por la espalda, en nuestra inmutabilidad ante la injusticia y nuestra impotencia de ejercerla nosotros mismos. Chau libertad, chau independencia. Ese era el plan. En vez de ir a buscar a la vida vos solo, te llevamos hacia donde sea que esté, te la quitamos y te recordamos que sólo sos una posesión nuestra y, como tal, vas a hacer lo que nosotros queramos.
Esa va a ser la mejor semana de nuestras vidas, y el quesalió de esta con la dignidad ilesa merece ser condecorado con una medalla. Porque esa persona sabe ir hacia lo que le gusta y no se queda esperándolo. Sabe rechazar lo que le ofrecen y tomar lo que le agrada. Sabe divertirse con lo divertido, sabe amargarse con la tristeza, sabe odiar a lo despreciable. Esa persona sabe vivir, y sabe que no es una posesión. Por eso, una persona así merece ser inmortalizada. Merece ser el estandarte que representa a todos aquellos que no conformes con la caca que nos entregan en bandeja, abre la puerta y busca un rumbo improvisado para ser simplemente él.

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