lunes, 23 de marzo de 2009

El inodoro

El inodoro es un invento inútil que necesita además una subcategoría: la de invento genocida. Los malditos humanos tenemos la costumbre de desarrollar con ingenio todas las cosas que optimizasen nuestro confort, pero siempre dejando una pequeña marca que simbolice nuestro dominio y falta de interés por lo que no es propiedad nuestra. El inodoro encaja perfectamente en esta definición, hace placentera cualquier expulsión de materia sólida de nuestro cuerpo, la gente medita sentada y algunos sufren orgasmos al contemplar su obra. Por otra parte dejamos nuestra huella, este orgullo fachista que nos hace regocijarnos al ver cómo nuestra marca de superioridad viaja a través de un conducto que sobrepuebla el hábitat de alguna especie o algún barrio marginado.
El genocida inventor de esta máquina de matar debería tener por lo menos el mismo castigo que los mexicanos que hayan recibido golpizas al tratar de cruzar la frontera con los yanquis. Y aún así seríamos generosos. Y no le quitemos crédito a los cómplices históricos de este invento, no zafa nadie. Es una masacre inconsciente, cada vez que apretamos el botón se nos va otra porción de agua potable, y para asegurarnos que el genocidio sea exitoso solemos poner esos perfumes que se cuelgan para dar buen aroma y mala muerte al próximo que tenga contacto con el agua. Para colmo tenemos que soportar hombres enriqueciéndose con la venta de estos jaboncitos envenenadores.
Aclaremos el tema de nuestra complicidad. Simplemente apretamos el botón y ya está, se acabó el problema, no se ve más, no se huele, no está cerca. Esta ignorancia escatológica es la expresión de nuestro egoísmo en ese sentido.
¿Qué clase de plaga somos? ¿Qué hace que nuestra inteligencia sea convertida en un arma de exterminio? Cualquier animal caga y genera vida, pero nosotros no, cagamos y matamos. Nosotros sí que utilizamos bien el término cagador para mencionar a una persona que te va a traicionar.
Nuestro sorete no es un sorete cualquiera. Es una bomba. Un misil orgánico viajando por un túnel esperando cumplir nuestro objetivo de conquista, lograr nuestro imperio de la muerte. El tereso no-humano está logrado para fabricar vida, porque aunque nosotros le tengamos asco, para otro animal esto es el almuerzo, la cena, el mate con medialunas de la tardecita. Nuestro tereso si-humano también está diseñado para dar vida, pero nosotros pudimos sortear este obstáculo para nuestro plan genocida.
O nos suicidamos, o cagamos como se debe. Dejamos de matar por las buenas o las malas. Somos una plaga, y como lo sabemos, podemos poner punto a nuestros asesinatos. Basta de inodoros.

0 comentarios: